domingo, 10 de julio de 2016

Azul y Olavarría, Octubre de 1971

Si mal no recuerdo el viernes 8 de octubre de 1971 se produce la sublevación de los regimientos 10 y 2 de Caballería, con asiento en las ciudades de Azul y Olavarría, en contra del gobierno del Gral Alejandro Lanusse. El RC TAN 8 no se pliega y es designado para reprimir a los sublevados. Ese mismo viernes a eso de las 18:00 hs. el regimiento estaba encolumnado frente a la plaza de armas de regimiento. Ese medio día se había licenciado a la mayor parte de la tropa y cuadros con motivo del fin de semana por lo que los que estábamos presentes al momento del primer llamado debimos poner en marcha y encolumnar a más de un vehículo. 

Se inició la marcha con buena parte de los vehículos sin su tripulación al completo. Los retrasados luego nos alcanzaría mediante vehículos del regimiento que nos alcanzarían en la medida que hiciéramos los altos correspondientes en el desplazamiento hacia la ciudad de Azul.

Al equipo de combate "Alfa" le tocó en suerte ser "cabeza" de columna y mi rol de combate era el de apuntador del Jefe, Cap Juan Carlos Grande. Marchamos toda la noche por rutas y caminos secundarios, incluso de tierra. De madrugada comenzó a llover intensamente, condición climática que se mantendría hasta más allá del medio día. 

Alrededor de las seis de la mañana, durante un alto para racionar, el Jefe del equipo de combate nos informa que el "enemigo" presentaba resistencia ya que había habido intercambio de disparos en zona próxima a Azul por lo que a partir del momento de reiniciar la marcha lo haríamos en situación de combate, incluso con el arma principal del AMX-13 cargada con munición HE. Recuerden que en aquellos tiempos el Regimiento 10 era de "tiradores blindados" y estaba equipado con los venerables M-113 por lo que existía la posibilidad de encontrar una fuerte resistencia de armas atan. 

Con más de 12 horas en los vehículos, la intensa lluvia y la tensión de un posible combate nos enfrentamos durante los últimos kilómetros hasta arribar a las proximidades de Azul cuando en un nuevo alto fuimos informados que los sublevados habían depuesto su actitud, rindiéndose. 

Arribamos a Azul ya bien entrada la tarde lo que significó que desde el primer llamado a encolumnar el regimiento en Magdalena hasta nuestra llegada a Azul hubieran pasado unas 24 horas intensas durante las cuales la columna se desplazó por muy distintos caminos y en situaciones muy diferentes. Hasta la orden que recibimos de alistarnos para el combate la marcha tenía todas las características de administrativa, a partir de ese momento y hasta la rendición fue táctica. 

La experiencia completa fue sin duda alguna intensa. Como detalle al margen les cuento que bajo la lluvia intensa el aparato de puntería, los episcopios y el peri eran totalmente inútiles puesto que entre el spray, la lluvia, la humedad y los nervios nos era prácticamente imposible hacer puntería o distinguir blancos por lo que la orden era abrir fuego solo si recibíamos fuego atan. 

Afortunadamente todo terminó bien y hoy puede ser relatado como una experiencia sin consecuencias para los involucrados en uno y otro bando.

miércoles, 27 de abril de 2016

Cruz al Heroico Valor en Combate: Cabo ROBERTO BACILIO BARUZZO

Cabo ROBERTO BACILIO BARUZZO - RI 12 El soldado argentino que peleo hasta con un cuchillo contra los Royal Marines.
Por su heroísmo en la batalla del Monte Longdon, combatiendo herido por esquirlas de bombardeos en los días anteriores. En dicha batalla el Cabo Baruzzo transportó bajo fuego a lugares seguros a heridos, exponiéndose a sí mismo y arriesgando su vida en varias ocasiones, y continuando la pelea durante dichas maniobras contra infantería enemiga en combate cuerpo a cuerpo hasta agotar munición, e incluso intentando combatir con su cuchillo, hasta caer prisionero ante un pelotón de Royal Marines.
De todos los suboficiales de Ejército que estuvieron en Malvinas, solo dos recibieron la máxima distinción a que puede aspirar un hombre de armas argentino: la Cruz al Heroico Valor en Combate. Uno fue el soldado Poltromieri. El otro, sigue siendo un perfecto desconocido, aún para muchos estudiosos del tema Malvinas. 
Si uno quiere averiguar por qué le fue conferido tan alto galardón, no se va a enterar ni googleándolo. 
Se trata del cabo Roberto Baruzzo del Regimiento 12 de Infantería de Mercedes. Y vaya si su historia, de ribetes cinematográficos, vale la pena ser contada! :
En la noche del 10 al 11 de junio, estuve observando desde Puerto Argentino el espectáculo fantasmagórico que ofrecía la ofensiva británica. En medio de un estruendo ensordecedor, los montes aledaños eran cruzados por una miríada de proyectiles trazantes e intermitentemente iluminados por bengalas. Se me estremecía el alma de imaginar que allí, en esos momentos, estaban matando y muriendo muchos bravos soldados argentinos.
Allí, en medio del fragor, la sección de Baruzzo ya se había replegado hacia el Monte Harriet, sobre el cual los ingleses estaban realizando una acción envolvente. Varios grupos de soldados del 12 y del Regimiento 4 quedaron aislados. El teniente primero Jorge Echeverría, un oficial de Inteligencia de esta última unidad, los agrupa y encabeza la resistencia, Baruzzo se suma a ellos y ve a al oficial parapetado detrás de una roca, disparando su FAL. Baruzzo despoja a uno de los caídos británicos de su visor nocturno. “Ahora la diferencia en recursos ya no será tan despareja”, piensa. Con el visor va ubicando las cabezas de los ingleses que asoman detrás de las rocas, y tanto Baruzzo, como su jefe afinan la puntería. Los soldados ingleses, por su parte, los rocían de plomo e insultos. Las trazantes pegan a centímetros del cuerpo del oficial, hasta que finalmente éste es herido en la pierna y cae en un claro, ya fuera de la protección de la roca. Cuando Baruzzo se le quiere acercar, un inglés surge de la oscuridad y le tira al cabo. Y erra el primer disparo, aunque la bala pega muy cerca, pero antes de que pueda efectuar el segundo, Echeverría, disparando desde el suelo, lo abate. Otro inglés le tira a Echeverría, pero Baruzzo lo mata de un certero disparo. 
Cerca de ellos, el conscripto Gorosito pelea como un león. Los adversarios están a apenas siete u ocho metros uno del otro y sólo pueden verse las siluetas en los breves momentos en que alguna bengala ilumina la zona.
Echeverría está sangrando profusamente: tiene tres balazos en la pierna. El joven cabo – de apenas 22 años – con el cordón de la chaquetilla del oficial, le hace un torniquete en el muslo. La pierna de Echeverría parece teñida de negro y también luce negra la nieve a su alrededor. El teniente primero dice empero que no siente nada, solo frío. Baruzzo trata de moverlo. Echeverría se levanta y empiezan a caminar juntos por un desfiladero, mientras a su alrededor siguen impactando las trazantes. De repente, de atrás de un peñasco, entre la neblina y las bengalas, surge la silueta de un inglés, quien dispara, y le da de lleno a Echeverría. Baruzzo contesta el fuego y el atacante se desploma muerto.
Esta vez Echeverría había sido herido en el hombro y el brazo: una sola bala le causo dos orificios de entrada y dos de salida. El teniente primero cae boca abajo y Baruzzo ve que le está brotando sangre por el cuello. “Se me está desangrando!”, se desespera el cabo. 
Aún hoy, el suboficial no puede hablar de su jefe sin emocionarse:
“Él es uno de mis más grandes orgullos. Un hombre de un coraje impresionante. Allí, con cinco heridas de bala, estaba íntegro, tenía una tranquilidad increíble, una gran paz. Con total naturalidad, me ordenó que yo me retirara, que lo dejara morir allí, que salvara mi vida. Me eché a llorar. Como iba a hacer eso? Yo no soy de abandonar a nadie! Y encima a este hombre, que era mi ejemplo de valentía! 
Tenía conmigo intacta la petaquita de whisky que la superioridad nos había dado junto a un cigarrillo; es que yo no bebo ni fumo. Y le di de tomar. “Esto sí que está bueno", me comentó.
En cierto momento, no me hablaba más, había perdido el conocimiento. La forma en que sangraba, era una guarangada. Lo cubrí, lo agarré de la chaquetilla y empecé a arrastrarlo”.
Súbitamente, Baruzzo se vio rodeado por una sección de Royal Marines del Batallón 42.
Sin amilanarse, desenvainó su cuchillo de combate, pero uno de los ingleses con el caño de su fusil le pegó un ligero golpe en la mano, como señalándole que ya todo había terminado. Baruzzo, cubierto de pies a cabeza con la sangre de Echeverría, dejó caer el arma.
Al amanecer, al ver que no tenía heridas graves, sus captores le ordenaron que, con otros argentinos, se dedicara a recoger heridos y muertos. “Yo personalmente junté 5 ó 6 cadáveres enemigos”, me cuenta Baruzzo. “Pero en internet los ingleses dicen que en ese combate sólo tuvieron una baja!” 
Echeverría fue helitransportado por los británicos al buque hospital “Uganda”, sobrevivió, recibió del Ejército Argentino la medalla al Valor en Combate y hoy vive con su mujer y dos hijas en Tucumán (la menor tenía dos añitos en el 82). 
Baruzzo también tiene dos hijas, a las que bautizó Malvina Soledad y Mariana Noemí, y vive en su Corrientes natal.
En su pago chico ha tenido un par de halagos que merecía: hay una calle con su nombre y hasta le fue erigido un busto en vida. Pero aún así, nadie repara en su existencia, ni conoce su proeza. 
Poco después de la guerra, el 15 de noviembre del 82, Baruzzo recibió una carta del teniente primero, donde éste le agradece su “resolución generosa y desinteresada, su sentido del deber hasta el final, cuando otros pensaron en su seguridad personal. 
Toda esa valentía de los “changos”, son suficiente motivo para encontrar a Dios y agradecerle esos últimos momentos. Pero, así Él lo decidió, guardándome esta vida que Usted supo alentar con sus auxilios”.
El oficial le cuenta que lo ha propuesto para la máxima condecoración al valor y le manifiesta su “alegría de haber encontrado un joven suboficial que definió el carácter y el temple de aquellos que forman Nuestro Glorioso Ejercito, y de los cuales tanto necesitamos”. 
Personalmente, Baruzzo volvió a encontrarse con Echeverría recién 24 años después de aquella terrible noche.
Ambos lloraron, el oficial le mostró sus heridas, dijo que el cabo había sido su ángel de la guardia, y le regaló una plaquetita, con la inscripción: “Estos últimos 24 años de mi vida testimonian tu valentía”. También le contó que en el buque-hospital los médicos británicos dejaron que le siguiera manando sangre un buen rato, para que así se lavara el fósforo de las balas trazantes. “You have very good soldiers” (“Usted tiene muy buenos soldados”), le espetaron los militares ingleses al ensangrentado teniente primero. 
Un reconocimiento que la sociedad argentina, en pleno, aún le debe a Echeverría, a Baruzzo, a Gorosito, a Pinzos y a tantos otros callados y acallados héroes de Malvinas.
Por Fernando Javier Liebanes