Se inició la marcha con buena parte de los vehículos sin su tripulación al completo. Los retrasados luego nos alcanzaría mediante vehículos del regimiento que nos alcanzarían en la medida que hiciéramos los altos correspondientes en el desplazamiento hacia la ciudad de Azul.
Al equipo de combate "Alfa" le tocó en suerte ser "cabeza" de columna y mi rol de combate era el de apuntador del Jefe, Cap Juan Carlos Grande. Marchamos toda la noche por rutas y caminos secundarios, incluso de tierra. De madrugada comenzó a llover intensamente, condición climática que se mantendría hasta más allá del medio día.
Alrededor de las seis de la mañana, durante un alto para racionar, el Jefe del equipo de combate nos informa que el "enemigo" presentaba resistencia ya que había habido intercambio de disparos en zona próxima a Azul por lo que a partir del momento de reiniciar la marcha lo haríamos en situación de combate, incluso con el arma principal del AMX-13 cargada con munición HE. Recuerden que en aquellos tiempos el Regimiento 10 era de "tiradores blindados" y estaba equipado con los venerables M-113 por lo que existía la posibilidad de encontrar una fuerte resistencia de armas atan.
Con más de 12 horas en los vehículos, la intensa lluvia y la tensión de un posible combate nos enfrentamos durante los últimos kilómetros hasta arribar a las proximidades de Azul cuando en un nuevo alto fuimos informados que los sublevados habían depuesto su actitud, rindiéndose.
Arribamos a Azul ya bien entrada la tarde lo que significó que desde el primer llamado a encolumnar el regimiento en Magdalena hasta nuestra llegada a Azul hubieran pasado unas 24 horas intensas durante las cuales la columna se desplazó por muy distintos caminos y en situaciones muy diferentes. Hasta la orden que recibimos de alistarnos para el combate la marcha tenía todas las características de administrativa, a partir de ese momento y hasta la rendición fue táctica.
La experiencia completa fue sin duda alguna intensa. Como detalle al margen les cuento que bajo la lluvia intensa el aparato de puntería, los episcopios y el peri eran totalmente inútiles puesto que entre el spray, la lluvia, la humedad y los nervios nos era prácticamente imposible hacer puntería o distinguir blancos por lo que la orden era abrir fuego solo si recibíamos fuego atan.
Afortunadamente todo terminó bien y hoy puede ser relatado como una experiencia sin consecuencias para los involucrados en uno y otro bando.