martes, 19 de diciembre de 2023

De traidores y otras yerbas.

 

Del muro de FB de Jore Tisi Baña                                                                                
Acabo de recibir este magnifico escrito de mi camarada, compañero del Liceo y amigo de toda la vida Jorge López P. 
Coincido con todo su contenido y comparto cada una de sus expresiones. 
La historia, el Ejército y sus camaradas ya han juzgado y condenado a Balza por traidor
A esta altura y a sus años, debería llamarse a silencio y dedicarse a disfrutar de los beneficios obtenidos de las miserables 30 monedas que recibió como pago por su traición. 
No es el único traidor, pero es por lejos el peor.
CR (R) Jorge Tisi Baña

El general Balza es traidor. 

Una persona puede ser calificada de traidora porque ha traicionado, a alguien -persona física o jurídica, ejemplo una institución-, o a algo, como la causa de la libertad o una tradición plausible. Si se traiciona por una causa superior, una causa noble, será una traición justificada, conveniente, tal vez necesaria, tal vez imperiosa, virtuosa. Podemos citar el caso del general Urquiza, calificándolo de traición a Rosas. Pero su rebelión fue hecha con el fin de dar una constitución a la nación y terminar con la tiranía y el baño de sangre y terror con que Rosas dominaba a su pueblo. Se logró la constitución y acabó la tiranía. El derramamiento de sangre continuó, tanto, que el mismo Urquiza fue asesinado en su casa, deliberadamente en presencia de sus hijas. Pero el general Balza traicionó a su ejército como institución y a cada uno de muchos de sus integrantes, por fines personales; por su ambición de poder. 
Además de haber traicionado, persiste con una hipocresía sorprendente. Miente en forma grotesca. A mi modo de ver, la militancia izquierdista defensora -por la razón que fuere: haber perdido seres queridos, tener ideales revolucionarios, hacer mucho dinero con los espurios procesos jurídicos, o el afán de robar todo lo que puedan como en el caso de la ruta del dinero K- del terrorismo marxista y la guerrilla, fingen que le creen, porque eso conviene a su causa. Si no lo dijo Sun Tzu, debió haberlo dicho: si de las filas del enemigo surge un traidor que te reporta, tendrás que cuidarlo, por más despreciable que te resulte.  
Balza dice “Nadie puede cumplir una orden particularmente contra la Constitución. Si lo hace, se convierte en un delito.” Según ese principio, el 25 de marzo de 1976, cuando a las siete de la tarde leyó La Nación, cómodamente apoltronado en su residencia de la Lima gentil, que había habido un golpe de estado contra la Constitución argentina, debió haber resuelto decir “NO”, como ahora recomienda a los tenientes. Ahí él ya tendría el grado de teniente coronel, con calma ambiental para reflexionar y decidir con prudencia y grandeza. Los tenientes de 25 años (y menos) estaban en medio de las balas, las bombas y la sangre, y veían caer asesinados a sus camaradas (y no camaradas, como policías, civiles, mujeres, niños, cualquiera) no tenían esa calma y tranquilidad. No tenían la mínima condición para decir “no” si tenían que hacer cualquier cosa relacionada con la defensa de la Argentina. En el Ejército, a los jóvenes que se incorporan, se les enseña solo a obedecer. No se les enseña a desobedecer. Se les ensena a no desobedecer. Y más, la desobediencia frente al enemigo era castigada con hasta la pena de muerte. Los oficiales en algún momento de la carrera tienen que aprender solos a desobedecer, porque a veces es necesario para el bien del servicio. Ser teniente coronel es ya una situación que habilita a decir “no”. 
A juzgar por lo que Balza dice hoy, el 26 de marzo de 1976 debió haber mandado una comunicación desde Lima diciendo NO al golpe de estado en contra de la constitución. Volver a Buenos Aires, presentarse al comando del Ejército, devolver los viáticos cobrados y pedir el retiro. Claro que nada de eso ocurrió. No seamos ingenuos.  
Balza usa la palabra “elite”, claro que con sentido despectivo. Él fue elite, como quince años, de los cuales nueve –con distintos gobiernos- fue comandante del Ejército. 
Manifestó públicamente que asumía “toda la responsabilidad del presente y toda la responsabilidad institucional del pasado”. Un hara kiri vacío de contenido, una especie de bravuconada, porque las farsas judiciales mal llamadas “juicios” no irían y no fueron contra él, que “no sabía nada”, fueron contra muchos otros, que en muchos casos ni sabían ni estaban cerca de la escena de lo juzgado.  
Balza dice que no sabía lo que ocurría, que luego con Alfonsín se supieron las cosas. Falta a la verdad. Llegó de vuelta de Perú a principios del 78. Con motivo del mundial de fútbol, que fue en junio, desde principio de ese año las organizaciones defensoras de las organizaciones terroristas circularon por Europa difundiendo la situación de Argentina en cuanto a desapariciones y otras violaciones de DDHH. Y él no sabía? 
El artículo de este libro en cuestión dice “el periodista José Ignacio López, que en 1979 le preguntó a Jorge Rafael Videla por los desaparecidos”. ¿Y Balza no sabía? Muy grosero eso. 
Balza dice “Es comprensible que se piense que todos sabíamos. Pero yo debo ser un grandísimo pelotudo, porque no sabía nada”. Eso ya está trillado, y es pueril. Ser un pelotudo tiene sus desventajas, pero hacerse el pelotudo tiene muchas ventajas, prebendas, beneficios, embajadas.  
En el año 94, siendo jefe del Ejército, cuando se dirigía a sus subordinados en sus giras, expresaba que aún tenía “pendiente la situación de los comandantes” (los tres excomandantes del Ejército, miembros de las juntas militares, juzgados y condenados en la Causa 13 promovida por Alfonsín, en cuya sentencia se nombra el estado de guerra que actualmente Balza niega). El “tener pendiente” significaba poder hacer alguna forma de acción para obtener la libertad de esos comandantes. Es decir, calificaba de injusta la privación de libertad de esos hombres.  
El 25 de abril del año 95, se presentó -como fue dicho aquí- ante Bernardo Neustadt para “asumir responsabilidades”. Es como que lo “que no sabía” le fue revelado en el primer trimestre de 1995. Yo no creo eso. Me inclino a pensar que vio venir una ola de punición por el accionar de las Fuerzas, y eligió subirse a la cresta para obtener beneficios personales.  Fue como decir “vengan nomás, pueden venir por todos, (total por mí …)”. Un espontáneo y legítimo usuario de la delación premiada. Y así es que los juicios de la venganza guerrillera se vienen llevando puestos ilegalmente a miles de personas -no solo del Ejército- sin que ningún autosalvado asumidor de responsabilidades haga nada contra esa ilegalidad.  
Balza hace saber, así en público, que el “El gordo López Murphy dijo que yo era un traidor a la patria y al ejército” en alusión al senador, doctor López Murphy (deben ser muy amigos para que lo aluda de esa forma). Otra afirmación engañosa, o sea mentirosa: El lector desapercibido pensará “hay un tipo que lo trató de traidor”. No, no es tan simple. Todo el mundo al Sur del paralelo 22 sabe que el general Balza traicionó, yo diría al Ejército y a muchos de sus integrantes. Y lo niega.  
En la guerra que el país padeció (que Balza niega), hubo y hay mucho sufrimiento para mucha gente. Para llegar a alguna forma de paz de espíritu, de morigeración del sufrimiento, hace falta en poca medida, tiempo, pero en gran medida una actitud, una vocación de busca de la paz, como paz social, de armonía y de unión fraterna entre argentinos. Difícil, porque esa vocación no se ve. 
Entre tanto sufrimiento y tragedia, hay quienes medraron para su propia gloria y bienestar. Pero no nos mientan en la cara. 
Libre opinión. Ningún insulto. 
Jorge López P


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