Como ocurre con los terremotos submarinos, cuyo verdadero impacto se manifiesta tiempo después en forma de tsunamis, los errores “no forzados” en la estrategia política —que en definitiva no es otra que la estrategia del conflicto— terminan siendo catastróficos. Y no solo para quienes, por soberbia, desidia o incapacidad, ignoraron las señales que enviaba la realidad, terminan siendo catastróficos para todos nosotros.
Que
muchos peronistas, los kirchneristas y buena parte de la estructura parasitaria
del Estado aguardaban la oportunidad para revertir una situación que les era
claramente desfavorable no constituye ninguna novedad. Supieron disimular sus
intenciones, engañaron al electorado con promesas populistas y, en el momento
justo, sorprendieron a un oficialismo sumido en un sopor de autocomplacencia, convencido
de que “se las sabía todas”.
Ese
mismo oficialismo despreció a quienes, aun compartiendo los ideales de la
Libertad, se atrevieron a criticar a Milei o a su hermana, devenida en “el jefe”.
El peronismo aprovechó la ocasión y golpeó en el punto más sensible: el plan
económico. Hoy tiene la iniciativa y busca propinarle al Poder Ejecutivo otra
derrota como la de septiembre. Mientras tanto, los ciudadanos de a pie vemos
cómo el futuro vuelve, de repente, a oscurecerse.
Milei y su equipo no son perfectos, pero siguen siendo la mayor
esperanza de escapar de la espiral de hipocresía que ofrece la oposición. No
basta, sin embargo, con compensaciones tardías que, como se ha visto, no
producen los resultados legislativos que se necesitan. Hay que ir al hueso: no
con declaraciones altisonantes, discursos abstractos sobre la herencia recibida
o simples cambios de tono, sino con medidas concretas.
Es imperioso reformular el gabinete e incorporar halcones con probada
experiencia en la lucha contra el kirchnerismo y el populismo peronista.
Repetir estrategias que ya fracasaron no puede ser el camino, eso solo les
allana el terreno a los irresponsables que promueven el caos. El gobierno debe,
con urgencia, recuperar la iniciativa si pretende conservar algún margen de
acción en los próximos dos años.
Y nosotros, insisto, los ciudadanos comunes, debemos asumir que esta
batalla política se prolongará durante muchos años. Será crucial mantener viva
la lucha por la Libertad, el respeto a la Constitución y, en el plano económico,
por una macroeconomía sólida y libre de desvaríos populistas, sin importar
quién ocupe el poder.
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