martes, 14 de octubre de 2025

Orwell y Perón, un solo corazón: Verdad, poder y pueblo.

 

Verdad, Poder y Pueblo: Parentescos entre 1984 de George Orwell y el Pensamiento de Juan Domingo Perón

Introducción

George Orwell publica 1984 en 1949 como advertencia sobre los mecanismos del poder totalitario: el control del lenguaje, la manipulación de la verdad, la vigilancia constante y la supresión de la individualidad. En esos mismos años, Juan Domingo Perón consolidaba en Argentina un régimen de masas que exaltaba la unidad nacional, la lealtad absoluta y el liderazgo carismático. El presente trabajo propone una comparación entre las sentencias del Gran Hermano en la novela y las formulaciones doctrinarias y retóricas de Perón, explorando las coincidencias simbólicas entre ambos universos discursivos. El análisis se divide en tres capítulos: el primero examina los recursos de poder y control desde una perspectiva literario-política; el segundo aborda la concepción del hombre, la libertad y la verdad; y el tercero estudia los paralelismos históricos en la práctica política argentina.

Capítulo I – Poder, lenguaje y control (enfoque literario-político)

En 1984, el Partido domina mediante el lenguaje y la contradicción institucionalizada: “La guerra es la paz”, “La libertad es la esclavitud” y “La ignorancia es la fuerza”. Cada lema encierra un mecanismo de inversión semántica que desactiva el pensamiento crítico. El lenguaje deja de ser medio de verdad para convertirse en herramienta de obediencia. De modo análogo, Perón enfatiza en su obra *Conducción Política* (1952) que “la conducción es el arte de hacer creer a cada uno que hace lo que quiere, cuando en realidad hace lo que uno desea”. El líder redefine la libertad del pueblo como disciplina consciente. La doctrina justicialista se construye como pedagogía moral del Estado, donde el lenguaje unifica la voluntad colectiva y disuelve la discrepancia.

La fórmula orwelliana de la guerra perpetua se corresponde con la retórica de la unidad peronista: “Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista”. Ambas expresiones suponen que la paz interna solo puede sostenerse mediante la eliminación simbólica del conflicto. En Orwell, la guerra es el medio para asegurar la cohesión social; en Perón, la unidad orgánica del movimiento cumple una función semejante.

Capítulo II – El hombre, la libertad y la verdad (enfoque filosófico-ideológico)

El individuo en 1984 carece de autonomía: la libertad interior se extingue bajo la vigilancia del Partido. Winston Smith descubre que el acto de pensar por sí mismo constituye el crimen supremo. La consigna “La libertad es la esclavitud” expresa la paradoja de una sociedad donde la entrega total al poder promete la liberación del error individual. Perón reformula esa tensión en términos morales: “El hombre es libre cuando hace lo que debe” (*Conducción Política*). Aquí la libertad no radica en la autodeterminación, sino en el cumplimiento del deber social. En ambos casos, la libertad se redefine como obediencia al orden establecido.

El Ministerio de la Verdad en 1984 encarna la manipulación sistemática del pasado. La historia se reescribe para coincidir con la verdad oficial del presente. Orwell señala: “Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado”. Perón, por su parte, advertía en *La Comunidad Organizada* (1949): “Los pueblos no deben mirar atrás, porque el pasado divide; el futuro nos une”. Aunque con distinto propósito, ambos discursos subordinan la memoria a la necesidad política del momento. La verdad se convierte en función del poder, no en su límite.

Capítulo III – El poder en la práctica: vigilancia, enemigo y mito (enfoque histórico-político argentino)

El Gran Hermano simboliza la vigilancia permanente. En la Argentina peronista, la consigna “Cada peronista debe ser un fiscal del movimiento” trasladaba ese control al ámbito de la militancia. La vigilancia no proviene solo del Estado, sino de la comunidad que internaliza la lealtad. El control se vuelve emocional: la traición no es política, sino moral.

Tanto en Orwell como en Perón, la existencia del enemigo cumple un papel estructurante. En 1984, Emmanuel Goldstein es el enemigo necesario que concentra el odio y refuerza la cohesión del Partido. Perón, en su discurso de 1951, advertía sobre “el antipueblo que conspira siempre contra la Nación”. En ambos casos, el enemigo interno legitima la represión simbólica y consolida la identidad colectiva.

El culto al líder constituye otro punto de convergencia. En la novela, el amor al Gran Hermano se impone como sentimiento obligatorio; en el peronismo, la reciprocidad afectiva entre Perón y el pueblo se expresa en una liturgia política: “Yo llevo en mi corazón un amor infinito por mi pueblo, y sé que él siente lo mismo por mí” (Mensaje, 1952). El poder se sustenta no solo en el miedo, sino en la devoción. El líder encarna la verdad, y el pueblo, su reflejo.

Conclusión

La comparación entre Orwell y Perón revela que el poder totalizante no depende solo de la coerción, sino de la interiorización afectiva de sus principios. Tanto el Partido de 1984 como la doctrina peronista aspiran a moldear las conciencias, redefiniendo la libertad, la verdad y la historia. Mientras Orwell denuncia el sometimiento de la mente a la autoridad, Perón lo presenta como virtud cívica. El paralelismo no implica identidad ideológica, sino coincidencia simbólica en los mecanismos del control y la fe política. En última instancia, ambos proyectos buscan una sociedad unificada, guiada por una verdad única, sostenida no por la razón, sino por la creencia.

Bibliografía

·         Orwell, George. *1984.* Secker & Warburg, 1949.

·         Perón, Juan D. *La comunidad organizada.* Buenos Aires, 1949.

·         Perón, Juan D. *Conducción política.* Buenos Aires, 1952.

·         Perón, Juan D. *La fuerza es el derecho de las bestias.* Buenos Aires, 1958.

·         Arendt, Hannah. *Los orígenes del totalitarismo.* 1951.

·         Bobbio, Norberto. *Derecha e izquierda.* 1994.

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