Verdad, Poder y Pueblo: Parentescos
entre 1984 de George Orwell y el Pensamiento de Juan Domingo Perón
Introducción
George Orwell publica 1984 en 1949 como advertencia sobre
los mecanismos del poder totalitario: el control del lenguaje, la manipulación
de la verdad, la vigilancia constante y la supresión de la individualidad. En
esos mismos años, Juan Domingo Perón consolidaba en Argentina un régimen de
masas que exaltaba la unidad nacional, la lealtad absoluta y el liderazgo
carismático. El presente trabajo propone una comparación entre las sentencias
del Gran Hermano en la novela y las formulaciones doctrinarias y retóricas de
Perón, explorando las coincidencias simbólicas entre ambos universos
discursivos. El análisis se divide en tres capítulos: el primero examina los
recursos de poder y control desde una perspectiva literario-política; el
segundo aborda la concepción del hombre, la libertad y la verdad; y el tercero
estudia los paralelismos históricos en la práctica política argentina.
Capítulo I – Poder, lenguaje y control (enfoque literario-político)
En 1984, el Partido domina mediante el lenguaje y la
contradicción institucionalizada: “La guerra es la paz”, “La libertad es la
esclavitud” y “La ignorancia es la fuerza”. Cada lema encierra un mecanismo de
inversión semántica que desactiva el pensamiento crítico. El lenguaje deja de
ser medio de verdad para convertirse en herramienta de obediencia. De modo
análogo, Perón enfatiza en su obra *Conducción Política* (1952) que “la
conducción es el arte de hacer creer a cada uno que hace lo que quiere, cuando
en realidad hace lo que uno desea”. El líder redefine la libertad del pueblo
como disciplina consciente. La doctrina justicialista se construye como
pedagogía moral del Estado, donde el lenguaje unifica la voluntad colectiva y
disuelve la discrepancia.
La fórmula orwelliana de la guerra perpetua se corresponde
con la retórica de la unidad peronista: “Para un peronista no puede haber nada
mejor que otro peronista”. Ambas expresiones suponen que la paz interna solo
puede sostenerse mediante la eliminación simbólica del conflicto. En Orwell, la
guerra es el medio para asegurar la cohesión social; en Perón, la unidad
orgánica del movimiento cumple una función semejante.
Capítulo II – El hombre, la libertad y la verdad (enfoque
filosófico-ideológico)
El individuo en 1984 carece de autonomía: la libertad
interior se extingue bajo la vigilancia del Partido. Winston Smith descubre que
el acto de pensar por sí mismo constituye el crimen supremo. La consigna “La
libertad es la esclavitud” expresa la paradoja de una sociedad donde la entrega
total al poder promete la liberación del error individual. Perón reformula esa
tensión en términos morales: “El hombre es libre cuando hace lo que debe”
(*Conducción Política*). Aquí la libertad no radica en la autodeterminación,
sino en el cumplimiento del deber social. En ambos casos, la libertad se
redefine como obediencia al orden establecido.
El Ministerio de la Verdad en 1984 encarna la manipulación
sistemática del pasado. La historia se reescribe para coincidir con la verdad
oficial del presente. Orwell señala: “Quien controla el pasado controla el
futuro; quien controla el presente controla el pasado”. Perón, por su parte,
advertía en *La Comunidad Organizada* (1949): “Los pueblos no deben mirar
atrás, porque el pasado divide; el futuro nos une”. Aunque con distinto
propósito, ambos discursos subordinan la memoria a la necesidad política del
momento. La verdad se convierte en función del poder, no en su límite.
Capítulo III – El poder en la práctica: vigilancia, enemigo y mito (enfoque
histórico-político argentino)
El Gran Hermano simboliza la vigilancia permanente. En la
Argentina peronista, la consigna “Cada peronista debe ser un fiscal del
movimiento” trasladaba ese control al ámbito de la militancia. La vigilancia no
proviene solo del Estado, sino de la comunidad que internaliza la lealtad. El
control se vuelve emocional: la traición no es política, sino moral.
Tanto en Orwell como en Perón, la existencia del enemigo
cumple un papel estructurante. En 1984, Emmanuel Goldstein es el enemigo
necesario que concentra el odio y refuerza la cohesión del Partido. Perón, en
su discurso de 1951, advertía sobre “el antipueblo que conspira siempre contra
la Nación”. En ambos casos, el enemigo interno legitima la represión simbólica
y consolida la identidad colectiva.
El culto al líder constituye otro punto de convergencia. En
la novela, el amor al Gran Hermano se impone como sentimiento obligatorio; en
el peronismo, la reciprocidad afectiva entre Perón y el pueblo se expresa en
una liturgia política: “Yo llevo en mi corazón un amor infinito por mi pueblo,
y sé que él siente lo mismo por mí” (Mensaje, 1952). El poder se sustenta no
solo en el miedo, sino en la devoción. El líder encarna la verdad, y el pueblo,
su reflejo.
Conclusión
La comparación entre Orwell y Perón revela que el poder
totalizante no depende solo de la coerción, sino de la interiorización afectiva
de sus principios. Tanto el Partido de 1984 como la doctrina peronista aspiran
a moldear las conciencias, redefiniendo la libertad, la verdad y la historia.
Mientras Orwell denuncia el sometimiento de la mente a la autoridad, Perón lo
presenta como virtud cívica. El paralelismo no implica identidad ideológica,
sino coincidencia simbólica en los mecanismos del control y la fe política. En
última instancia, ambos proyectos buscan una sociedad unificada, guiada por una
verdad única, sostenida no por la razón, sino por la creencia.
Bibliografía
·
Orwell, George. *1984.* Secker & Warburg, 1949.
·
Perón, Juan D. *La comunidad organizada.* Buenos
Aires, 1949.
·
Perón, Juan D. *Conducción política.* Buenos
Aires, 1952.
·
Perón, Juan D. *La fuerza es el derecho de las
bestias.* Buenos Aires, 1958.
·
Arendt, Hannah. *Los orígenes del
totalitarismo.* 1951.
·
Bobbio, Norberto. *Derecha e izquierda.* 1994.
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